sábado, 20 de junio de 2009

PAÍS CHICO Y HETEROGÉNEO

Entre las 193 naciones oficialmente inscritas en el mundo es muy poco frecuente encontrar alguna con las características de Bolivia: ser un país chico – refiriéndonos a su reducida población, no a su geografía – y contar con una marcada diversidad cultural, o sea, heterogéneo.

La heterogeneidad es característica de grandes poblaciones. Gobernar una nación heterogénea es complejo pero las dificultades son compensadas por las ventajas de administrar un país populoso en el que se cuenta con mayores aportaciones impositivas, mejor rendimiento de inversiones en infraestructura y en general un menor costo per cápita de los bienes públicos. Bolivia enfrenta la complejidad de ser un país de amplia diversidad cultural sin las ventajas de contar con una gran población. O dicho en el otro sentido, las ventajas que podría tener por ser chico, las pierde por no ser homogéneo.

Resulta interesante para esta realidad el análisis que expone el libro publicado por los profesores Alberto Alesina y Enrico Spolaore de la Universidades de Harvard y de Tufts respectivamente, titulado “The size of Nations” (The MIT Press, 2005). La investigación argumenta que el tamaño óptimo de un país está determinado por la interacción entre su tamaño y los costos de su heterogeneidad. Los países más prósperos del mundo son chicos y homogéneos y tienden a ser abiertos al intercambio comercial. En cambio la diversidad cultural plantea mayores esfuerzos por la amplitud de preferencias en cuanto a comercio exterior y esquemas redistributivos. En la medida en que la población sea más heterogénea estará menos satisfecha con las políticas del gobierno central.

Bolivia ha pretendido hasta ahora ocultar su heterogeneidad cultural y es por eso que se encuentra en el difícil trance de pasar de lo que creía ser - chico y homogéneo - a aprender que siendo chico es tan diverso culturalmente. No entender esta situación lleva a que muchos consideren que es un país inmanejable y a plantear políticas de desarrollo ajenas a su realidad que generan caóticas explosiones de insatisfacción.

En el diseño de una política nacional, la inclusión de las preferencias de grupos con amplia divergencia de posiciones plantea engorrosos empantanamientos que complican la consolidación de una institucionalidad. Es el costo de la “heterogeneidad de preferencias”. Esperar que el diseño de una nueva Constitución no ocasione grandes enfrentamientos es el resabio de haber vivido casi dos siglos en la errónea aspiración de que Bolivia es un país homogéneo. Simuló ser homogéneo en base a la exclusión y a la concentración de poderes, pero a medida que la democracia fue incluyendo a más población en la toma de decisiones saltó a la vista que la centralización es un lastre. Los más interesados en mantener esa centralización fueron los grupos de poder económico, político y sindical quienes ante el avance de la heterogeneidad tuvieron que cambiar de discurso.

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