viernes, 26 de diciembre de 2014

CUANDO LA INEFICIENCIA LA PAGAN LOS BOSQUES

Bolivia enfrenta el desafío de alcanzar la soberanía alimentaria e incrementar la exportación de cultivos industriales sin poner en riesgo ecosistemas de valiosa biodiversidad, pero se sigue insistiendo en la deforestación para ampliar la frontera agrícola. Si realmente cumpliéramos con la pregonada política de respeto a la Madre Tierra, nos enfocaríamos más en la productividad y en la eficiencia, en vez de andar buscando qué bosques destruir. Nuestros rendimientos agrícolas son los más bajos de la región, con una subutilización de tierras en ganadería totalmente irresponsable.

El rendimiento medio nacional de soya no alcanza a 2 ton/ha comparado con el de Paraguay (2,95), de Brasil (2,87) y de Argentina (2,78) y lo mismo ocurre con otros cultivos, pese a que la producción agropecuaria nacional cuenta con ventajas como la reducción de impuestos y la subvención al diesel. Sus costos son altos por diversos factores que van desde las malas prácticas a las carencias de infraestructura, pasando por la lentitud en consolidar el uso de biotecnología, temas en los que hay mucho que hacer, pero que siempre quedarán postergados ante el recurso simplista de seguir deforestando.

Una de nuestras insuficiencias es la falta de datos fiables actualizados sobre la superficie cultivada y el avance de la deforestación, que cambian permanentemente. A través de determinados estudios podemos afirmar que en las tierras bajas existen más de 2.5 millones de hectáreas deforestadas que no están incorporadas en la superficie efectivamente cultivada, por ser tierras degradadas o estar destinadas a otros usos como pastizales para ganadería, que por su reducida productividad están asociados a la especulación de la tierra.

La creciente demanda mundial de soya es una amenaza permanente sobre los bosques de la Amazonía. Paralelamente, como ya estableció la FAO hace algunos años, la ganadería está dañando los ecosistemas del mundo por ser una de las mayores fuentes de emisión de gases invernadero a través de la deforestación, lo que obliga a asumir un cambio total de mentalidad en cuanto a la forma en que la carne se produce, se procesa, se financia y se consume.

Pero en nuestro medio estas advertencias se ignoran permanentemente, insistiendo en un modelo que no está basado en la competitividad ni en la investigación sino en la depredación de suelos y el tráfico de madera y tierras. Por eso es inadmisible que existan solicitudes de deforestación por parte de dirigentes agrícolas y pecuarios, cuando lo que debería primar es una política de recuperación de recursos, incremento de la productividad y reordenamiento territorial.

Para compatibilizar el incremento de la producción agropecuaria con la preservación de los recursos naturales, se deberían seguir 4 estrategias: la reubicación de cultivos y ganado, la reforestación de pastizales, el incremento de la productividad y la adopción de estándares de certificación. Estos cuatro pilares de acción deberán apoyarse en la actualización permanente de los mapas actuales del uso de la tierra y en sistemas de seguimiento satelital de la vegetación, además del financiamiento a los productores para cumplir el proceso.


Sólo una política agropecuaria integral responsable que no esté regida por intereses grupales y que priorice la tecnología, la eficiencia y la competitividad, logrará detener la deforestación y permitirá que nuestra economía deje de depender de combustibles fósiles.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

TSUNAMI AMAZÓNICO

Es parte del ecosistema de las extensas sabanas benianas inundarse todos los años al ser una enorme planicie con muy poco declive. Sin embargo, el flujo de agua se ha ido incrementando desde hace tres décadas por la deforestación de las zonas altas de la cuenca (Chapare), sobrepobladas por la migración de colonos. El cambio climático ha aumentado la intensidad de lluvias en las montañas andinas y el año 2008 se produjo una grave sobre-inundación debido a esta combinación de deforestación y aumento de pluviosidad.

Este año 2014 la fragilidad del sistema fue rebasada por un nuevo suceso: la puesta en marcha de dos represas en el estado de Rondonia del Brasil. Además de la tradicional deforestación de la cuenca alta que facilita el flujo de agua en el lado boliviano, su circulación ha sido disminuida a su paso por las represas, ocasionando un mar de agua casi inmovilizada. En ambos países los registros rompieron el récord de 50 años de medición hidrológica llegando a sobrepasar en 4 metros la cota de emergencia del nivel de agua en los ríos Mamoré y Madeira. En el lado brasilero varias ciudades declararon calamidad pública municipal; en el lado boliviano se trató el tema como una sobre-inundación más, con total desprecio al padecimiento de la población y favoreciendo los argumentos de las empresas privadas responsables de las represas, que hasta ahora siguen negando que sean parte del desastre. 

Ahora que todo pasó es bueno recordar que los fenómenos que ocasionaron la tragedia siguen latentes, sólo se necesita un calentamiento de las masas nubosas generadas en los bosques amazónicos que se aglomeran al este de la cordillera, que al chocar con aires fríos desencadenarán un flujo voluminoso de agua.

De la misma forma en que los intereses económicos de grandes empresas siguen negando la influencia humana en los daños al medio ambiente - pese al irrefutable aumento de temperatura que derrite enormes glaciares y a los cambios del nivel de mareas que van inundando grandes territorios - los intereses políticos minimizan la magnitud de tragedias como la última sobre-inundación del Beni que produjo un verdadero tsunami amazónico.

El desastre no sólo estuvo en una sobre-inundación sin precedentes, sino en la indiferencia gubernamental que por mezquinas razones políticas circunstanciales desatiende uno de los ecosistemas más valiosos del mundo que al ser de praderas naturales es un tesoro de forraje biodiverso.

En los tiempos actuales en los que se considera a la ganadería bovina como la actividad más destructiva del planeta por su expansión en base a la destrucción de bosques y a su enorme consumo de agua no contabilizada en sus costos, entre muchas otras razones, la sabana inundable es un recurso invaluable para desarrollar ganadería sustentable. Toda la ganadería de tierras bajas de Bolivia podría caber en las sabanas inundables del Beni y del Pantanal, donde no se han destruido bosques y donde la abundancia cíclica de agua permite su almacenamiento para un uso eficiente.


Pero las razones políticas para vender a la Madre Tierra y socapar a los grandes capitales - entre los que no sólo están los de las constructoras de represas sino los de la ganadería ineficiente de otras regiones que pretenden seguir desforestando el país - no sólo siguen vigentes, sino que se han fortalecido. Triste destino de una región y del mundo, condenados al liderazgo de quienes mercantilizan todos los aspectos de la vida. 

viernes, 24 de octubre de 2014

LA AMENAZA INCÓMODA

Así como ciertos sectores de la industria niegan que exista un cambio climático argumentando que lo que ocurre es parte de un ciclo histórico normal y no el resultado de la actividad humana, los defensores del medio ambiente que atribuyen a la actividad humana el cambio climático eluden relacionarlo con la sobrepoblación. En el fondo, para ambos bandos la verdadera amenaza es un asunto incómodo.

Pero no es fantasía el hecho de que la población de la Tierra tardó miles de años en llegar a una población de mil millones de personas (principios del siglo XIX) en contraste con la vertiginosa velocidad con que en sólo 50 años – de 1920 a 1970 – cuando ya tenía dos mil millones, se duplicó a cuatro mil. En nuestros días, como acaba de publicar la revista Science en base a estimaciones de Naciones Unidas, se demuestra que habrá casi 12.000 millones de humanos antes de fin de siglo.

No es difícil comprobar - basta navegar por imágenes satelitales - que los lugares devastados del mundo son regiones sobrepobladas. El color verde oscuro intenso de la imagen satelital del departamento de Pando, por ejemplo, contrasta con el paisaje parduzco surcado de grietas del otro lado de la frontera cuyos bosques han sido arrasados. No es que los habitantes de Bolivia sean mucho más responsables con la naturaleza que sus vecinos del Brasil; no es que este contraste entre vida y muerte se deba a complejas variables, es simplemente resultado de un solo factor: la diferencia de población.

Si el crecimiento de la población humana está fuera de control y todos los estudios desde la época de Malthus prueban que es un proceso que no se va a estabilizar, es lógico por lo menos sospechar que los desórdenes del ciclo histórico o el cambio climático sean producto de esta amenaza.

Pero el problema de fondo es que la sobrepoblación no se debe simplemente al incremento de la tasa de natalidad sino en gran medida al atraso cultural de la humanidad, anclada en valores del siglo I que provocan desigualdad y discriminación. Las regiones con mayor pobreza son las dominadas por grupos de poder cuya filosofía pregona la misoginia, la homofobia y el racismo con diversos eufemismos.  

De la misma forma en que no suele relacionarse la destrucción de ecosistemas con la sobrepoblación, no es frecuente vincular la sobrepoblación con la desigualdad. Por eso millones de personas salen a las calles del mundo para llamar la atención sobre la urgente necesidad de hacer algo para mitigar el cambio climático, pero no para concientizar sobre la terrible amenaza de la sobrepoblación que es el resultado de la indiferencia y la falta de solidaridad. Es incómodo reconocer que lo que verdaderamente puede acabar con el mundo es la injusticia social.

La sobrepoblación es el resultado del individualismo que pregona la falacia de un capitalismo sustentable, exacerbando el cambio climático, la guerra, las migraciones en masa y el hambre; pretendiendo que la solución está en la expansión de la producción agrícola, cuando el mundo desperdicia anualmente 1,3 billones de toneladas de alimentos, mientras que 805 millones de personas sufren desnutrición crónica o hambre.

No se trata entonces sólo de ser más responsables con el medio ambiente sino de comprender que su deterioro es consecuencia de enormes distorsiones sociales. No es la ciencia la que detendrá el cambio climático sino un cambio universal de actitud, porque un mundo más respetuoso con la naturaleza sólo será posible cuando exista una humanidad solidaria.



miércoles, 13 de agosto de 2014

AGROECOLOGÍA, UNA UTOPÍA POSIBLE



La agroecología está actualmente relegada a los discursos de demagogia ecológica; es mucho más una aspiración que una realidad. Esto se debe principalmente a la insignificante inversión en investigación y desarrollo de sistemas de producción agroecológica en comparación con los enormes recursos que financian a la agropecuaria comercial; a la ingenua tendencia a creer que la agroecología es producir en forma casera, natural y prístina; y a la persistencia de nuestra mentalidad reduccionista. A esto se añade el considerar a la agroecología como un conjunto de prácticas y no como una ciencia que pertenece a la investigación científica, enmarcándola más en una ideología que en una certeza académica de producción sustentable. Por eso su difusión es muy lenta y ha sido confinada a la pequeña escala.

A diferencia de la llamada agricultura orgánica, que es la producción de alimentos sin utilización de pesticidas ni fertilizantes químicos, la agroecología es básicamente la producción basada en la diversidad genética, condición a la que no se ciñe necesariamente la agricultura orgánica. Es la combinación de una variedad de plantas en policultivo, reciclando procesos para evitar insumos externos.

No existe ningún alimento de uso común que no haya sido manipulado por el hombre, ya sea en forma empírica o siguiendo una metodología científica a través de una larga historia de prodigios, desde el invento del maíz hace más de 6.000 años hasta las actuales gallinas ponedoras que producen una proteína encerrada en calcio casi todos los días del año. Por eso la diversidad genética no se refiere a que las semillas sean obtenidas directamente de la propagación propia – como se cree ingenuamente - sino a la habilidad de aprovechar la simbiosis de diversas plantas mejoradas que son el resultado de largas investigaciones. Esto significa que hace más de un siglo y mucho antes de los inventos recientes, un productor depende de institutos de investigación, de centros de mejoramiento o de transnacionales que certifican líneas puras de plantas y animales para una producción eficiente de rendimiento viable.

La agricultura orgánica y la agroecología no podrían existir sin el desarrollo genético porque la única forma de reducir el uso de agrotóxicos es la biotecnología y ésta se nutre de la diversidad genética natural de donde obtiene germoplasma.

La tendencia a fomentar monocultivos es parte de nuestra mentalidad reduccionista que busca simplificar un mundo complejo. Tratamos de entender la vida en base a la abstracción, que para comprender mejor los fenómenos los aísla de su contexto. Pero no existe nada que no interaccione con su entorno y a la larga la simplificación nos lleva a situaciones insostenibles como la agropecuaria en monocultivos, que debe librar una batalla infinita contra gran diversidad de plagas que aprovechan la concentración inmensa de un mismo huésped.

Por todo esto los gobiernos y las universidades son los llamados a invertir en desarrollar sistemas agroecológicos para contrarrestar la inversión en agricultura comercial y los ciudadanos a dirigir su consumo a alimentos producidos en policultivos. Esto reducirá la influencia de un modelo que no dirige la tecnología hacia el manejo de cultivos combinados y que no crea razas que aprovechen el pasto biodiverso ni los sistemas agroforestales y silvopastoriles.

La agroecología es como la naturaleza, un sistema complejo, y la entenderemos plenamente cuando nuestro paradigma deje de ser la simplificación.

jueves, 22 de mayo de 2014

FOMENTANDO CIUDADES VERDES

Como en muchos países del mundo, en Bolivia somos cada vez más urbanos. Se estima que hasta el año 2025 sólo un 25% de nuestra población permanecerá en áreas rurales. Ante esto el gran desafío del desarrollo rural es tratar de contener a la población migrante procurando que haya cada vez más oportunidades en su lugar de origen para evitar su traslado a las urbes. Para el Estado es unas diez veces más costoso mantener a una familia en las grandes ciudades que en la zona rural. Las grandes urbes son además una fuente de graves problemas sociales por la disgregación familiar, la pérdida de identidad cultural y la adopción de vicios que llevan a la prostitución y a la delincuencia.

Una alternativa importante para esto es que se fortalezcan las ciudades intermedias. Pero tanto para estos centros de menor población como para las grandes ciudades, una gran oportunidad medioambiental y económica es la agricultura familiar cuya expansión nos permite crear una conciencia de fomento de ciudades verdes.

Hay estudios que sugieren que la biodiversidad urbana representa entre 8 a 25% de la que se encuentra en ambientes naturales. Nuestras grandes aglomeraciones son una maraña de concreto, asfalto e industrias contaminantes que llevan a pensar que son espacios inertes y sin embargo la vegetación y la vida animal se adaptan por sobrevivir. Fomentando ciudades verdes a través de parques y bosques y la expansión de prácticas agrícolas familiares en pequeña y mediana escala, podríamos apuntalar la sobrevivencia de fauna y flora, lo que llevaría a aumentar el número de especies y el bienestar de la vida humana en la urbe.  

A diferencia de los espacios públicos verdes la agricultura familiar representa un área vegetal productiva y en la medida en que se desarrolle es una alternativa para frenar la expansión del mercado de la construcción con las mismas reglas mercantilistas. Tal como ocurre con las zonas en las que las urbanizaciones tratan de invadir tierras fértiles, si la productividad agrícola es alta, el mercado paga buenos precios por la cosecha y hay un fomento municipal a su permanencia, la presión del asfalto puede ser atenuada con éxito.

En el año internacional de la agricultura familiar debemos despertar la conciencia de que se trata de una alternativa importante para frenar la inmisericorde expansión de la urbe sobre terrenos que otrora fueron vergeles. Todo ciudadano adulto recuerda con nostalgia el hermoso lechugal o la apacible arboleda que había donde hoy se impone un centro comercial o una enorme estación de servicio.

En Bolivia tenemos además la ventaja de contar con sociedades que desarrollaron por fuerza mayor una gran capacidad de emprendedurismo. No es casualidad que El Alto sea una de las diez ciudades verdes de Latinoamérica que produce hortalizas en huertos urbanos y sea también una de las ciudades con mayor emprendedurismo de la región. Además de los huertos en invernaderos, desde el aire se puede ver que muchos patios traseros de esta ciudad están cubiertos de cultivos de papa.


La expansión de la agricultura familiar dependerá de la capacidad de desarrollar un esfuerzo conjunto entre ciudadanos, municipios, políticas estatales de extensión agrícola y conciencia de lo mucho que significa una ciudad verde. Desde ya, podría crearse un premio al municipio que con los rendimientos económicos de la producción agrícola urbana frene efectivamente la expansión de asfalto y cemento.

martes, 1 de abril de 2014

ASESINATOS AMBIENTALES

Hace unos años la empresa petrolera BP ocasionó un irreparable derramamiento de petróleo en el Golfo de México por el que tuvo que pagar 20 billones de dólares, suma importante pero intrascendente porque ningún dinero devuelve la vida. Semejante catástrofe ambiental resulta pequeña comparada con las tragedias ecológicas causadas por transnacionales en países en desarrollo con enormes costos ambientales y sociales.

Fue mucho más grave otro derramamiento en la región amazónica de Ecuador cuando la empresa Texaco operó en la zona entre 1964 y 1990. La basura tóxica del petróleo se infiltró en suelos y napas subterráneas y contaminó el agua de superficie matando muchos niños por el envenenamiento del medio ambiente. Aunque los indígenas ganen el proceso judicial abierto contra la empresa por 27 billones de dólares, el dinero no repondrá el daño por el vertido de 345 millones de galones de petróleo en un bosque tropical de gran biodiversidad.

En 1984 en la ciudad india de Bhopal los gases venenosos de una fábrica de pesticidas de propiedad de la empresa UnionCarbide afectaron a más de medio millón de personas matando inmediatamente a 2.300 y a 30.000 posteriormente. La empresa pagó 490 millones de dólares en 1989.

En Nigeria, el delta del río Níger recibe anualmente mucho más petróleo que el derramado en el Golfo de México (ya van más de 1,5 millones de toneladas vertidas en el último medio siglo) a través de filtraciones de tuberías, estaciones de bombeo y plataformas de extracción de empresas como Shell, Exxon-Mobil y otras. También están dispuestas a pagar por este crimen para continuar sembrando muerte. 

Todo esto indica que ya es hora de denunciar la enorme inmoralidad que entraña la cantaleta repetida de “quien contamina paga” porque es la misma mentalidad que regía la compra de indulgencias a la Iglesia en el siglo XVII denunciada por Lutero. La contaminación es un crimen y, como todo asesinato, es irreversible.

Desde hace unos 30 años la región del Beni ha sido alterada por la deforestación permanente de la cuenca alta de sus caudalosos ríos. Siendo una enorme planicie de suelos arcillosos de deficiente infiltración y con ausencia casi total de relieve, se transforma durante la época de lluvias en un enorme represamiento natural. La destrucción del bosque de la zona alta incrementa peligrosamente el flujo de agua alterando el ecosistema. Pero aun sabiendo esto se cometió el crimen de promover asentamientos humanos en estos bosques a través del desarrollo alternativo promovido por Usaid; un asesinato ambiental cuyas consecuencias no fueron capaces de entender los “expertos” de entonces. Actualmente grandes intereses económicos impusieron la construcción de represas en el Brasil por encima de las recomendaciones dela licencia ambiental.

Ambas acciones fueron como abrir el grifo arriba y reducir la salida de agua abajo: la inundación rebasó todos los niveles históricos.

Todavía falta que las empresas que operan las represas acepten su responsabilidad y cuando esto se logre, paguen todos los años por esta alteración catastrófica. Pero aunque paguen ya han afectado y destruido la vida y han cometido un asesinato a una reserva de agua del planeta, porque la región de los Llanos de Moxos es uno de los más grandes sitios Ramsar del mundo.

Pese a la magnitud del daño y a lo mucho que se podría pedir en compensaciones que siempre serán mínimas, lo más probable es que no pase nada porque con la nación vecina, así como antes fue con la nación del norte, nuestra diplomacia y periodismo están doblegados.

miércoles, 12 de febrero de 2014

HIDROVÍAS EN TERRITORIOS DE AGUA


El departamento del Beni lleva su nombre en alusión al río Beni, por eso siempre se llamó departamento “del Beni” y no “de Beni”, como se empeñan en tergiversar ciertos medios, pese a haberse explicado muchas veces los pormenores históricos del nombre de este departamento, que se basa en la gran importancia geopolítica que le dieron sus fundadores al río Beni como hidrovía de salida al mar a través de los grandes afluentes del Amazonas.
 

Así como esto no se quiere entender, no se acaba de comprender que esta región es un ecosistema de agua en el que las inundaciones son parte de la dinámica natural. El desequilibrio del sistema proviene del desconocimiento de su funcionamiento destruyendo los bosques de la cuenca alta de sus ríos e insistiendo en obras y asentamientos en tierras que son firmes sólo temporalmente. A esta destrucción ambiental nos empujó en el pasado la cooperación externa implementando desarrollo alternativo en el bosque húmedo tropical y hoy nos presionan otros intereses foráneos para hacer carreteras de asfalto en territorios de agua.


La enorme llanura de inundación que es esta región de más de 200.000 Km cuadrados está surcada por ríos, lagos y madrejones que son un enorme recurso hídrico y una gran oportunidad de transporte, como ya lo entendieron los antiguos moxeños que construyeron lagunas y canales que actualmente se siguen usando. Miles de toneladas de carga se mueven todos los años por vía fluvial desde Puerto Villarroel a Trinidad y Guayaramerín incluyendo enormes cisternas que transportan combustible a través de la avenida principal Ichilo- Mamoré, sin infraestructura de puertos, sin servicios de dragado ni vigilancia de escollos.


Pese a todos estos ejemplos de aprovechamiento fluvial que deberían llevar a profundizar el estudio de la dinámica de las cuencas y los movimientos hídricos para entender el peligro que implica la construcción de carreteras cuyos enormes terraplenes modifican el flujo de los cursos naturales de agua ocasionando sequías e inundaciones y alterando el ecosistema, nos empeñamos en levantar asfaltos convencionales gastando enormes recursos, desafiando a la naturaleza que después de unos años nos obliga a su reconstrucción.


Si conociéramos mejor nuestros recursos para usar a nuestro favor las ventajas que nos da la naturaleza entenderíamos que la carretera entre Cochabamba y Trinidad ya existe y es la vía Ichilo-Mamoré. Lo que falta es mejorarla con infraestructura de puertos, mantenimiento de ríos y construcción de canales para que la surquen cientos de ferris trasbordando personas, vehículos y carga. La gran avenida fluvial permitiría mejorar el transporte a comunidades, ciudades y pueblos y a integrar los parques y territorios indígenas a través de sus afluentes y canales que consolidarían su integración para mejorar la salud y la educación.


El cambio climático ya no nos permite insistir en nuestra tradicional destrucción y ocupación masiva de áreas de alto valor de conservación; es urgente entender nuestra heterogeneidad climática y geográfica para planificar la gestión del territorio reordenando asentamientos y rehabilitando los mecanismos naturales de protección.

 

miércoles, 29 de enero de 2014

LAS TRABAS AL DESARROLLO ECONÓMICO RURAL


En diversos foros se analizan periódicamente los factores que influyen en el desarrollo rural de los municipios del país. Desde que fortalecieron sus presupuestos a través del impuesto a los hidrocarburos y otros ingresos, la inversión pública en estos distritos se ha multiplicado significativamente pasando de 140 a 991 millones de dólares en los últimos seis años. Sin embargo, los montos promedio ejecutados no pasan del 60%, de los que menos del 5% se destina a inversiones productivas. Todo está prácticamente centralizado en obras de infraestructura, como se puede ver al recorrer poblaciones rurales en las que sobresalen coliseos, colegios, mercados, postas sanitarias, canchas de pasto sintético, rimbombantes edificios municipales y otras obras tan visibles como improductivas.


En los foros de análisis en los que participan autoridades municipales y productores, se enumeran diversos factores que impiden al municipio incluir mecanismos para transferir recursos a los actores económicos del desarrollo que son los pequeños productores. Pero en realidad lo preocupante es que la mayor parte de estos argumentos son sólo pretextos que revelan el problema fundamental: no hay voluntad política de las autoridades municipales para promocionar y fomentar la participación de las organizaciones de los pequeños productores en la planificación, ejecución y seguimiento de los planes de desarrollo.


Esta falta de voluntad política se expresa en el rechazo por parte de las organizaciones sociales territoriales a las asociaciones productivas, en una actitud alarmante y paradójica porque siendo las autoridades mismas parte de la comunidad y de sus asociaciones, no las reconocen como representantes legítimas del territorio y lo que es peor, se oponen a que entidades particulares logren beneficios.


Muchos líderes políticos municipales consideran que la prosperidad particular y familiar es contraria al progreso de la comunidad, convencimiento que defienden en acaloradas intervenciones en las que su fobia al beneficio particular los lleva a negar que las Organizaciones Económicas Campesinas sean entidades privadas. Estas contradicciones contribuyen al divorcio entre las políticas públicas para el desarrollo agropecuario y el desarrollo rural desde una visión territorial local y de negocio sostenible.


En los foros de análisis los líderes de productores, que muchas veces son vecinos y hasta parientes de las autoridades, son muy duros criticando el total desprecio del municipio por la producción, que en muchos casos da vida al pueblo. Y es que al final, como dicen ellos, todas esas escuelas, postas, canchas y mercados quedarán vacíos si no se consolida la producción en manos particulares.


Dado que las asociaciones de productores no son sujetos de transferencia de recursos públicos, muchas de ellas tienen poca legitimidad y reconocimiento ante las organizaciones sociales territoriales y más bien en muchos casos ambas están en conflicto, impidiendo el desarrollo de acuerdos y visiones comunes sobre desarrollo local.


Por todo esto los foros en los que se analizan los factores que impiden y retrasan el desarrollo económico rural deberían abocarse a revertir la esencia del problema que no es otro que la falta de voluntad política de las organizaciones sociales y de las autoridades municipales para apoyar la participación efectiva de las organizaciones de productores en la planificación municipal.