miércoles, 3 de junio de 2009

ECONOMÍA DE MERCADO CON REGULACIÓN ESTATAL

Para consolidar la democracia es imprescindible fortalecer al Estado. Una característica común en los países pobres es la debilidad de sus Estados, la carencia de una entidad independiente que vele por la comunidad. En ellos el Estado es sinónimo de gobierno porque está avasallado por grupos de poder.
En los países desarrollados, por más capitalistas que sean y por más libertad de que gocen sus ciudadanos, es impensable burlarse del Estado. Las virtudes que se les atribuyen a sus habitantes en cuanto a orden y limpieza, honradez, puntualidad, afán de ahorro e inversión o respeto a la ley y a los derechos de los demás, han sido inculcadas a través de multas, sanciones y ejemplos preconizados por una institución que vela por todos y que lejos de ser paternalista garantiza el cumplimiento de obligaciones y derechos. En países pobres los habitantes sienten un gran desamparo que conduce a la sociedad del “sálvese quien pueda” por la falta de credibilidad de las instituciones.
Si los grupos de poder dominan la economía, hasta qué punto es posible que ésta sea libre?
El fracaso del liberalismo y su economía de libre mercado – mal llamado neoliberalismo incluso por economistas de renombre – no es novedad en el mundo. Se expresó como un cataclismo económico a fines de los años 20 del siglo pasado dando lugar a nuevas propuestas surgidas del análisis de sus limitaciones. Estos movimientos críticos fueron liderados por una escuela de economistas surgida en Alemania durante los años treinta del siglo XX, que plantea básicamente que los grupos de poder son los que tergiversan la libertad del mercado. Para esta escuela la “mano invisible” del mercado que supuestamente corrige estas distorsiones, no existe, porque está manipulada por grupos de interés que priorizan sus privilegios antes que los de la comunidad. Plantea que estas alteraciones deben ser corregidas por el Estado asegurando las condiciones para el desarrollo de una “competencia perfecta” en la que tanto la demanda como la oferta de un bien, estén en competencia y en la que los “monopolios forzosos” (empresas de servicios que necesariamente son únicas y no tienen competencia) sean reguladas por la Autoridad Estatal para velar por los consumidores.
Imperceptible y silenciosamente muchos grupos de poder manipulan el acceso a mercados y a la libre expresión parapetados en sindicatos, gremios, clubes, empresas, partidos políticos, religiones y diversas cofradías que pregonan su servicio a la colectividad, pero en realidad sólo están para velar por sus intereses. Ocultar la influencia de los grupos de poder en la economía es parte de esta confabulación y muchos se prestan a eso ingenua o interesadamente. Pero las sociedades pobres son concientes de este desequilibrio que da lugar a la desconfianza en la economía de mercado, en la democracia y en la globalización, que se interpretan como pactos para perpetuar los privilegios de las oligarquías.
Bolivia se encuentra frente al gran desafío de reorientar sus leyes y su gran objetivo deberá ser el fortalecimiento de un Estado regulador y promotor de una economía de mercado verdaderamente libre para todos. Un Estado que demuestre realmente que la democracia es el mejor sistema de gobierno y viabilice para todos las ventajas de la globalización.
La doctrina de las nuevas generaciones deberá ser la consolidación de un Autoridad Estatal independiente, prestigiosa y respetada que nos libere de nuestra actual sensación de frustración y desamparo.

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