lunes, 7 de junio de 2010

LA ERA DEL CAMBIO SOCIAL

Desde el restablecimiento de la democracia en 1984, Bolivia vive un proceso que algunos no perciben y otros no reconocen. Estas posiciones derrotistas difunden que es un país en el que nada cambia o que es un Estado inmanejable destinado al fracaso. El error común es creer que debe seguir el paradigma de algunas de las repúblicas del vecindario, como si en ellas se diera el caso boliviano en el que media población nace hablando idiomas ajenos a la tradición cultural grecorromana.

A principios de los años 80 la incertidumbre política en Bolivia era más que dramática. Durante los últimos 20 años había vivido una sucesión de regímenes militares de amplio tinte político; todos eran “revolucionarios” fundadores de la patria. Fueron días aciagos cargados de desesperanza y desaliento. Hoy es posible tratar de imaginar esa zozobra a través de las hemerotecas; recordar lo que realmente era vivir en un país sin rumbo.

Bolivia entró en democracia con titubeos y temores. La política fue desordenada y confusa acicateada por los agoreros del desastre. Pero la democracia se mantuvo y se fue consolidando hasta superar la era del cambio político con reglas claras en cuanto a gobernabilidad y sucesión del poder. Hoy hemos alcanzado hitos inimaginables entonces, como la elección de gobernadores en cada departamento.

Pero la improvisación y las recetas de economistas noveles visionarios, nos llevaron a un tremendo y jamás vivido caos económico. El déficit fiscal alcanzó casi al 20 % del PIB, las reservas fiscales pasaron a cifras negativas, el desempleo y subempleo rompieron los índices de ascenso, la desvalorización de la moneda llegó a más del 2.000 %. También esto es posible revivir en las hemerotecas; es para no creer y para pasar de la risa al llanto sucesivamente. “Bolivia se nos muere”, fue la famosa frase de entonces. Y lentamente, dolorosamente, Bolivia tuvo que enfrentar muchos cambios que dispersaron familias y cambiaron oficios hasta que pudo controlar su macroeconomía para alejar los fantasmas del caos económico y monetario. El país superó la era del cambio económico.

Pero estos avances no son suficientes en un país difícil de administrar porque está entre los que algunos economistas enmarcan como “nación de población chica y heterogénea”. Sin un cambio social que permita reconocer la heterogeneidad cultural y crear mecanismos para insertarla en una nueva forma de administración, los avances en lo político y en lo económico carecerán de efecto y el verdadero progreso como nación estará postergado como está en otros países, con grupos culturales masivos excluidos, que se jactan de desarrollo.

Bolivia entró sutilmente en la era del cambio social a partir del proceso de la participación popular y sus avances hoy son incuestionables a través de una nueva constitución. Es una etapa tan fundamental y difícil que en sus peores momentos creeremos retroceder, peor aún si somos víctimas de quienes defienden intereses mezquinos haciendo lo posible por desinformar y por difundir verdades a medias. Cambiar es un proceso arduo lleno de contradicciones y de frustraciones que no deben llevarnos al desaliento. Una renovada mentalidad debe consolidar y mejorar los avances positivos del país tratando de entender el proceso y evitando perder la objetividad por dramas circunstanciales.