miércoles, 19 de septiembre de 2012

AGROECOLOGÍA SUBDESARROLLADA

Los guaraníes heredaron una forma tradicional de policultivo muy importante para el medio ambiente y para la seguridad alimentaria, pero no para el mercado. Al mundo no le interesan cultivos mezclados; necesita grandes cantidades de maíz para la industria y eso se logra con monocultivos. Además necesita el maíz amarillo duro, no el perla blando de la tradición guaraní.

El mercado también demanda frejol en grandes cantidades de monocultivo, pero no el poroto kumanda que mezclan los guaraníes con maíz y menos el resto de cultivos chaqueños que coadyuvan al uso adecuado del suelo y a su preservación, como el zapallo, su pariente silvestre el joco y otros que se mezclan con maíz y kumanda reduciendo el impacto de sequías, insectos y hongos.

Como al mercado no le interesan estos policultivos, nadie desarrolla tecnologías para expandirlos. Pero en contraste existen grandes avances tecnológicos para producir en estas regiones extensos monocultivos de maíz industrial, frejol y maní. Los guaraníes necesitan sobrevivir en una sociedad mercantilista y por eso están cada vez más empujados a dedicarse a estos monocultivos y dejar sólo pequeñas áreas a sus policultivos tradicionales para la alimentación familiar.

Esta es la historia repetida de muchos otros grupos étnicos que han sido obligados por una sociedad consumista a abandonar sus antiguas prácticas amigables con la naturaleza.

Pero lo paradójico está en que estos grupos están siendo “cooperados” por un enjambre de entidades - tanto no gubernamentales como del Estado, de gran discurso ambientalista - que ni promueven mejoras en los policultivos ni asesoran para que los monocultivos se hagan bien. Han dejado hasta ahora a los agricultores pobres a medio camino, sobreviviendo como pueden entre prácticas tradicionales incomprensibles para los técnicos y para el mercado y tecnologías modernas rechazadas por desinformación y poses políticas.

El gran contraste entre el desarrollo de la agricultura industrial y el subdesarrollo de la agroecología se debe a que vivimos en un mundo de patentes. Una investigación demanda grandes recursos que se recuperan al vender el nuevo producto de propiedad exclusiva del investigador. Pero los sistemas agroecológicos son abiertos a todos, no se patentan y nadie puede reclamar propiedad sobre ellos. Por lo tanto a muy pocos les interesa invertir en estas investigaciones cumpliendo con todo el rigor científico. Es el mismo caso de la medicina natural enfrentada a la industria farmacéutica.

Sólo entidades sin fines de lucro, fundaciones, universidades estatales y otras no interesadas en patentes, pueden ampliar las investigaciones en sistemas agroecológicos. Lastimosamente hasta ahora la mayoría de estas organizaciones, en vez de dedicar mayores esfuerzos a conseguir financiamiento para validar y aplicar esta tecnología, se dedican a lamentarse y a denostar a la agricultura industrial desinformando a la población con dramatismos medioambientalistas. Son los principales responsables del subdesarrollo de la agroecología y de los sistemas agroforestales.

El poblador rural originario tiene una visión holística en la que no cabe el agronegocio. Para el inversionista agroindustrial y para el colono extranjero (menonita, japonés o ruso) el enfoque está en el retorno económico. Pero ambos coexisten y deben ser firmemente apoyados y exigidos. Por eso las entidades conservacionistas deben abandonar su actitud plañidera y apuntalar con fondos a la agroecología y los gobiernos dejarse de posiciones ambiguas. Ambos nos han llevado hasta ahora a los resultados vigentes: rendimientos bajos, mala calidad, magros ingresos, pobreza permanente.