miércoles, 4 de julio de 2012

CARRETERAS DE AGUA


Cuando el gobierno de José Ballivián (1841-1847) creó el departamento del Beni, el plan general gubernamental de desarrollo estaba basado en cuatro regiones, “una de éstas comprendía el oriente y se esperaba que a través de esta región fluyera el intercambio comercial con Europa por la vía Amazonas-Atlántico; por eso, la denominación del nuevo departamento se supeditó al término que refería un río y no al de una cultura tradicional autóctona, Mojos” (Groff Greever, 1987), como era previsible para una región cuyo sentido de pertenencia estaba centrado en la tradición jesuita mojeña. Es decir que la importancia del río es la base del nombre del departamento y al omitir la contracción de preposición y artículo (del) estamos eliminando la alusión a la vía fluvial.

De la misma forma en que varios medios se empecinan arbitrariamente en eliminar la alusión a la vía fluvial del nombre del departamento, las propuestas de vías de vertebración hacia esta extensa región y otras colindantes se plantean como si los ríos no existieran. Más de la mitad de los departamentos de nuestro país (cinco de los nueve) cuentan con ríos navegables; los que usan ríos como medios de transporte permanente con un flujo de carga importante, el Beni y Cochabamba, son precisamente los que se pretende vincular con una carretera.

En los estudios de las posibilidades de transporte en la Amazonía, uno de los escenarios imaginados es el de esta región sin carreteras. Se basa en crear una infraestructura de mejoramiento de las vías fluviales invirtiendo en puertos y en sistemas permanentes de limpieza y dragado similares a los que actualmente se hacen en la gran vía Ichilo-Mamoré y afluentes como los ríos Ibare y Tijamuchí. Estas propuestas sugieren comunicar toda la Amazonía con sistemas similares a los que actualmente usan algunas empresas petroleras en la selva peruana: las ciudades serían como plataformas petroleras en el mar, no existirían carreteras entre ellas, la gente iría por vía aérea y la carga por vía fluvial. Incluso el país que nos induce a reemplazar bosques por asfalto utiliza los ríos como vías de transporte y actualmente es posible viajar pagando poco y llevando mucho en un barco desde Porto Velho a Manaus.

Si realmente nos interesa la naturaleza lo más urgente es corregir nuestra mentalidad de creer que todo tiene que hacerse como siempre, y más aún si profesamos una doctrina de cambio. Es nuestra falta de creatividad la que nos lleva a insistir en hacer carreteras de asfalto destruyendo fauna y flora y matando los pulmones del mundo, teniendo ríos que ya son grandes vías de comunicación.

Por ahora son muy pocos los que se acuerdan de nuestros ríos navegables, de lo importante que sería mejorar su infraestructura portuaria y de armar una red de conexiones a ríos menores que permita el transporte permanente. Ni siquiera la desatención actual a las pocas carreteras existentes ha hecho que nos acordemos de otras posibilidades y es poco lo que se puede esperar de pueblos como el que reclama vinculación, San Ignacio de Mojos, invadido por colonos andinos que si realmente tuvieran interés en conectarse su deber sería reclamar por la conclusión de una obra que se construye desde hace 50 años, la carretera a La Paz que es al mundo, porque comunica con los puertos marítimos. 

En realidad mejorar nuestras carreteras de agua no es una idea nueva sino una adaptación nueva de una idea vieja: la visión del creador del departamento del Beni que ya en el siglo XIX vislumbró la gran posibilidad de vinculación del oriente al mundo.