jueves, 16 de diciembre de 2010

CUBA, LA GRAN FALACIA

La Organización de Naciones Unidas condenó por decimonovena vez y por amplia mayoría el embargo económico y comercial que hace cincuenta años decretó E.U. contra Cuba. Un bloqueo inhumano que impide el intercambio económico y comercial y priva a un pueblo inocente de acceso a productos alimentarios, medicamentos y equipos médicos.

Que un país funcione bajo el aislamiento económico de la principal potencia económica mundial es una prueba de persistencia. Técnicamente es inaceptable sostener que bajo semejante presión pueda aplicar una doctrina política y económica. Por eso Cuba no es una referencia del socialismo ni del comunismo, sino de la solidaridad del mundo. Los daños directos de este embargo, “una pieza de museo de la Guerra Fría”, se calculan en más de 500 billones de dólares. Durante varios años pudo sobrevivir gracias a la protección de la extinta Unión Soviética y hoy existe por un retraimiento (mal llamado comunismo) que despierta la fraternidad de algunos países e instituciones.

Este boicot absurdo y éticamente indefendible es una prueba más de la doble moral de E.U. y de quienes pregonan la libertad y la democracia condenando ingenuamente al sistema comunista, como si en una condición tan especial fuera factible aplicar alguna doctrina, en vez de censurar esta política de ostracismo.

El embargo es también una pieza propagandística clave para el régimen de los Castro. Ha servido para justificar las deplorables condiciones de vida del pueblo cubano con el que se solidarizan informalmente organizaciones y países, ayudando al régimen a concentrar poder y aumentando su popularidad entre los ciudadanos de la isla.

La misma Secretaría de Estado de E.U. ha reconocido que el régimen de los Castro se sostiene gracias al embargo, lo que convierte a los que mantienen el bloqueo – y a todos los paladines de la libertad y la democracia que no se manifiestan contra él – en cómplices del régimen. Si con tanto dramatismo se defiende la democracia ¿por qué no se levanta el embargo para que caiga el régimen antidemocrático? Porque es políticamente inadmisible contrariar a la influyente y poderosa comunidad cubano norteamericana. Y porque antes que defender la libertad, la democracia y la verdad muchos prefieren velar por los intereses del país que, hasta ahora, domina el mundo.

La conducta de E.U. ante Cuba contrasta notablemente con la que demuestra ante China, el país que mayores violaciones a los derechos humanos detenta en el mundo. La democracia y la libertad pasan a segundo plano cuando se trata de buenos negocios. Los adulones libertarios reclaman democracia a un pequeño país pobre pero no utilizan la misma vehemencia con la poderosa China.

Por eso Cuba es la muestra de una gran falacia, una falsedad más de las que difunden por el mundo países dominantes a través de algunos grandes medios que tratan de convertir la historia oficial en historia popular. Y lo patético es que recluten tantos ingenuos que confunden la relativa decencia de la democracia norteamericana dentro de su territorio con su conducta ante el mundo, plagada de atropellos que ponen en riesgo la paz universal.

Abusos como el embargo a Cuba y un permanente comportamiento dual son el origen del surgimiento de líderes antiimperialistas, que se aprovechan de estas injusticias para cometer excesos, y de cada vez más contestatarios. El bloqueo es una arbitrariedad que ha reivindicado a los Castro como símbolo de la resistencia del desarrapado ante el poderoso.

martes, 16 de noviembre de 2010

El nombre del Departamento del Río Beni

Como ha sido señalado por varios historiadores, el Departamento del Beni lleva su nombre en honor al caudaloso río Beni (que significa viento en lengua tacana), que dividía en dos la gran extensión de norte y sur (cuando comprendía también lo que hoy es el norte del departamento de La Paz). O sea que ciñéndonos a lo estricto deberíamos mencionar al río al nombrar al departamento. Para evitar esta extensión y siguiendo el uso de otros nombres de ríos y regiones asignados a territorios definidos, como por ejemplo Paraguay y Perú, en vez de decir departamento del Río Beni, decimos del Beni en alusión al río. Tal como decimos República del Paraguay (que toma su nombre del río Paraguay) o República del Perú (la región al sur de Panamá). Por lo tanto, no es correcto eliminar la contracción de preposición y artículo (del) al nombre del departamento, como ahora pretenden quienes se apegan a una generalización de los nombres de nuestros departamentos.

El decreto de creación del Departamento del Beni (18 de Noviembre de 1842) dice textualmente: "Se erige un nuevo Departamento de la República, compuesto de las provincias Mojos, Caupolicán y Yuracarés, que se denominará: Departamento del Beni”; no dice departamento de Beni.

Conviene recordar lo que ha sido expuesto en exposiciones congresales, memorias y foros para entender las razones por las que el gobierno de José Ballivián (1841-1847) asignó este nombre al departamento, en vez de llamarlo Mojos, como era previsible para una región cuyo sentido de pertenencia estaba centrado en la tradición jesuita mojeña. En aquella época el plan general gubernamental de desarrollo estaba basado en cuatro regiones, “una de éstas comprendía el oriente y se esperaba que a través de esta región fluyera el intercambio comercial con Europa por la vía Amazonas-Atlántico. Por eso, la denominación del nuevo departamento se supeditó al término que refería un río y no al de una cultura tradicional autóctona, Mojos” (Groff Greever, 1987:25, citado en Gamarra, 1992). Es decir que la importancia del río es la base del nombre y al omitir la contracción de preposición y artículo (del) al nombre del departamento, estamos eliminando la alusión a esta vía fluvial.

Existen algunos elementos que llevan a la confusión de generalizar la omisión del artículo. Es evidente por ejemplo, que al hacer una lista de departamentos no se lo incluye (por ejemplo decimos: Oruro, Cochabamba, Beni, Santa Cruz etc.), pero esto no quiere decir que al referirse a la pertenencia concreta al departamento se omita este artículo. Debemos entonces decir por ejemplo, el gobernador del Beni y no el gobernador de Beni. Es también evidente que en un mapa el nombre del Beni no aparece con el artículo (aunque en mapas antiguos sí aparecía la región como El Beni), pero esto tampoco da licencia para eliminarlo de todo lo demás. Y menos de quitarlo de nombres propios como Universidad Autónoma del Beni o La Palabra del Beni o Primero el Beni, como ya algunos pretender hacer.

Mantener el uso habitual del nombre del departamento del Beni es conservar un uso tradicional del lenguaje y es una forma de evitar el sutil avasallamiento que sufre la identidad beniana a través de influencias ajenas a la región.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Agua: cumplir obligaciones para que el derecho se haga realidad

Resulta extraño que el acceso al agua y al saneamiento, algo tan elemental para la vida, tenga que ser reconocido en una resolución de la Organización de las Naciones Unidas como un derecho humano. Tener que oficializar en el papel este derecho es un resultado de la escasa noción universal de las obligaciones que tiene el ser humano para preservar el agua. Se norma el derecho para que cuidar el recurso sea una obligación y el peligro está precisamente en que algunos interpreten que el acceso al agua es gratuito, si no se entiende que es una tarea de todos y no simplemente de gobiernos.

En Bolivia nuestro comportamiento con este recurso demuestra que muchos creen que es regalado. El uso de agua en hogares, industrias y agropecuaria es dispendiosa e irresponsable. La contaminación de acuíferos, lagunas y cuencas se debe más a la negligencia de los pobladores que a la inacción de los gobiernos.

En el caso de la agropecuaria por ejemplo, si hay algo que la caracteriza en nuestro país es el derroche del agua y el suelo. El sector occidental por carecer de recursos y el área oriental por abundancia de tierras, han provocado un deterioro casi irreversible de suelos al no reponer nutrientes ni practicar la rotación de cultivos y al desparramar ineficientemente el agua de riego más para erosionar que para humedecer.

Cuando en el país se proyectan y se construyen sistemas de riego, están referidos a asegurar y almacenar fuentes de agua, pero no a perfeccionar una adecuada distribución. En general, las pocas represas construidas son usadas para desperdiciar el agua captada vertiendo excesivos volúmenes que arrastran las capas fértiles del suelo. Ni siquiera los cultivos que exigen alta inversión, como el de cepas seleccionadas de vid, cuentan con riego tecnificado que permita el uso cuantificado del agua. Cultivos de exportación como el sésamo pierden gran parte de la cosecha por no invertir en riego.

En el Chaco, al sur de Villazón, la cooperación china donó en los años 90 recursos para la perforación de pozos semisurgentes. Se perforaron más de veinte pozos de más de 150 m de profundidad distribuidos en una vasta superficie. Se instalaron bombas sumergibles accionadas por enormes generadores accionados a diesel. El agua obtenida con semejante esfuerzo fue botada durante varios meses a abrevaderos de ganado mal construidos y peor mantenidos. El uso humano fue casi irrelevante porque nunca se construyeron reservorios y sistemas adecuados de distribución. Todo el derroche funcionó hasta que se deterioraron los generadores por falta de mantenimiento. Hoy se ven todavía esos fierros inservibles, monumentos a la desidia. Pero en cada sequía los pobladores se lamentan y exigen atención y los gobiernos de turno reinciden en la dilapidación.

También hay ejemplos urbanos: en algunos lugares de la ciudad de Santa Cruz existen vertientes que forman lagunas de agua desaprovechada encharcando plazas y calles.
Para esgrimir nuestro derecho al agua deberíamos primero demostrar con acciones concretas que cumplimos con la obligación de valorarla.

lunes, 7 de junio de 2010

LA ERA DEL CAMBIO SOCIAL

Desde el restablecimiento de la democracia en 1984, Bolivia vive un proceso que algunos no perciben y otros no reconocen. Estas posiciones derrotistas difunden que es un país en el que nada cambia o que es un Estado inmanejable destinado al fracaso. El error común es creer que debe seguir el paradigma de algunas de las repúblicas del vecindario, como si en ellas se diera el caso boliviano en el que media población nace hablando idiomas ajenos a la tradición cultural grecorromana.

A principios de los años 80 la incertidumbre política en Bolivia era más que dramática. Durante los últimos 20 años había vivido una sucesión de regímenes militares de amplio tinte político; todos eran “revolucionarios” fundadores de la patria. Fueron días aciagos cargados de desesperanza y desaliento. Hoy es posible tratar de imaginar esa zozobra a través de las hemerotecas; recordar lo que realmente era vivir en un país sin rumbo.

Bolivia entró en democracia con titubeos y temores. La política fue desordenada y confusa acicateada por los agoreros del desastre. Pero la democracia se mantuvo y se fue consolidando hasta superar la era del cambio político con reglas claras en cuanto a gobernabilidad y sucesión del poder. Hoy hemos alcanzado hitos inimaginables entonces, como la elección de gobernadores en cada departamento.

Pero la improvisación y las recetas de economistas noveles visionarios, nos llevaron a un tremendo y jamás vivido caos económico. El déficit fiscal alcanzó casi al 20 % del PIB, las reservas fiscales pasaron a cifras negativas, el desempleo y subempleo rompieron los índices de ascenso, la desvalorización de la moneda llegó a más del 2.000 %. También esto es posible revivir en las hemerotecas; es para no creer y para pasar de la risa al llanto sucesivamente. “Bolivia se nos muere”, fue la famosa frase de entonces. Y lentamente, dolorosamente, Bolivia tuvo que enfrentar muchos cambios que dispersaron familias y cambiaron oficios hasta que pudo controlar su macroeconomía para alejar los fantasmas del caos económico y monetario. El país superó la era del cambio económico.

Pero estos avances no son suficientes en un país difícil de administrar porque está entre los que algunos economistas enmarcan como “nación de población chica y heterogénea”. Sin un cambio social que permita reconocer la heterogeneidad cultural y crear mecanismos para insertarla en una nueva forma de administración, los avances en lo político y en lo económico carecerán de efecto y el verdadero progreso como nación estará postergado como está en otros países, con grupos culturales masivos excluidos, que se jactan de desarrollo.

Bolivia entró sutilmente en la era del cambio social a partir del proceso de la participación popular y sus avances hoy son incuestionables a través de una nueva constitución. Es una etapa tan fundamental y difícil que en sus peores momentos creeremos retroceder, peor aún si somos víctimas de quienes defienden intereses mezquinos haciendo lo posible por desinformar y por difundir verdades a medias. Cambiar es un proceso arduo lleno de contradicciones y de frustraciones que no deben llevarnos al desaliento. Una renovada mentalidad debe consolidar y mejorar los avances positivos del país tratando de entender el proceso y evitando perder la objetividad por dramas circunstanciales.