martes, 2 de junio de 2009

En agropecuaria el problema no es la tierra

Si en agropecuaria la tenencia de tierra fuera fundamental, países de reducida extensión territorial no tendrían exportaciones agropecuarias significativas. Tampoco existiría producción en tierras alquiladas. Si la tenencia de tierra fuera realmente el meollo del problema, nuestra Reforma Agraria hubiera tenido resultados muy diferentes. Lo esencial en la producción agropecuaria moderna es la aplicación de tecnología. En consecuencia, para un adecuado rendimiento del capital a través de la tecnología es imprescindible contar con una elemental infraestructura de acceso, de comunicaciones, de energía y de información. Es necesario transformar un país de red troncal en una nación interconectada, con el desafío adicional de evitar que la interconexión signifique la destrucción de recursos naturales.

En países con existencia de latifundios y minifundios lo que falla es la reducida aplicabilidad del capital debido a la desatención del Estado en infraestructura básica. Un fundo rústico de gran extensión, que es un latifundio, está condenado a esa rusticidad debido a que no resulta rentable la aplicación de tecnología. Esta rusticidad significa una baja productividad por hectárea, como la de la ganadería extensiva nacional que es una de las pocas alternativas productivas con las que puede contar una región remota. De la misma manera, el minifundio, resultado del excesivo parcelamiento, es la única opción de áreas sin acceso permanente a mercados tanto de aprovisionamiento como de comercio de productos. Ya se ha demostrado hasta el cansancio que en áreas altiplánicas, por ejemplo, con actividades agropecuarias definidas y capitalizadas, el minifundio no existe.

Por lo tanto discutir si un país debe o no permitir la propiedad de 5.000 o 10.000 has es un tema enmarcado en pugnas de poder y no en desarrollo agropecuario. Es el resultado de una concepción que basa su “modelo de desarrollo” en la expansión de la frontera agrícola y no en la productividad. Los datos están a la vista con rendimientos de soya, caña de azúcar, arroz o papa que son los más bajos del continente. El modelo hasta ahora prioriza la ocupación antes que la preservación de recursos como los suelos y el agua.

Pero este subdesarrollo agropecuario ha permitido que Bolivia no cometa los errores de países cuya gran productividad está basada en una interconexión destructiva, como la ganadería en la Amazonía brasilera o las catástrofes sanitarias por uso masivo de herbicidas en la producción de soya argentina. Probablemente hay quien se lamenta porque Bolivia no imite esos sistemas productivos, pero nuestro desafío es producir más y en forma sostenible en los suelos ya ocupados, sin seguir las consignas de los gobiernos y de los dirigentes agropecuarios basadas en la repartición de tierras.
Soñemos con una visión común: producir más en menos tierra en una nación ingeniosamente interconectada.

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