Es parte del ecosistema de las
extensas sabanas benianas inundarse todos los años al ser una enorme planicie
con muy poco declive. Sin embargo, el flujo de agua se ha ido incrementando
desde hace tres décadas por la deforestación de las zonas altas de la cuenca
(Chapare), sobrepobladas por la migración de colonos. El cambio climático ha
aumentado la intensidad de lluvias en las montañas andinas y el año 2008 se
produjo una grave sobre-inundación debido a esta combinación de deforestación y
aumento de pluviosidad.
Este año 2014 la fragilidad
del sistema fue rebasada por un nuevo suceso: la puesta en marcha de dos
represas en el estado de Rondonia del Brasil. Además de la tradicional
deforestación de la cuenca alta que facilita el flujo de agua en el lado
boliviano, su circulación ha sido disminuida a su paso por las represas,
ocasionando un mar de agua casi inmovilizada. En ambos países los registros
rompieron el récord de 50 años de medición hidrológica llegando a sobrepasar en
4 metros la cota de emergencia del nivel de agua en los ríos Mamoré y Madeira.
En el lado brasilero varias ciudades declararon calamidad pública municipal; en
el lado boliviano se trató el tema como una sobre-inundación más, con total
desprecio al padecimiento de la población y favoreciendo los argumentos de las
empresas privadas responsables de las represas, que hasta ahora siguen negando
que sean parte del desastre.
Ahora que todo pasó es bueno
recordar que los fenómenos que ocasionaron la tragedia siguen latentes, sólo se
necesita un calentamiento de las masas nubosas generadas en los bosques
amazónicos que se aglomeran al este de la cordillera, que al chocar con aires
fríos desencadenarán un flujo voluminoso de agua.
De la misma forma en que los
intereses económicos de grandes empresas siguen negando la influencia humana en
los daños al medio ambiente - pese al irrefutable aumento de temperatura que
derrite enormes glaciares y a los cambios del nivel de mareas que van inundando
grandes territorios - los intereses políticos minimizan la magnitud de
tragedias como la última sobre-inundación del Beni que produjo un verdadero
tsunami amazónico.
El desastre no sólo estuvo en
una sobre-inundación sin precedentes, sino en la indiferencia gubernamental que
por mezquinas razones políticas circunstanciales desatiende uno de los
ecosistemas más valiosos del mundo que al ser de praderas naturales es un
tesoro de forraje biodiverso.
En los tiempos actuales en los
que se considera a la ganadería bovina como la actividad más destructiva del
planeta por su expansión en base a la destrucción de bosques y a su enorme
consumo de agua no contabilizada en sus costos, entre muchas otras razones, la
sabana inundable es un recurso invaluable para desarrollar ganadería
sustentable. Toda la ganadería de tierras bajas de Bolivia podría caber en las
sabanas inundables del Beni y del Pantanal, donde no se han destruido bosques y
donde la abundancia cíclica de agua permite su almacenamiento para un uso
eficiente.
Pero las razones políticas
para vender a la Madre Tierra y socapar a los grandes capitales - entre los que
no sólo están los de las constructoras de represas sino los de la ganadería
ineficiente de otras regiones que pretenden seguir desforestando el país - no sólo
siguen vigentes, sino que se han fortalecido. Triste destino de una región y
del mundo, condenados al liderazgo de quienes mercantilizan todos los aspectos
de la vida.
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