jueves, 8 de agosto de 2013

EL DESAFÍO DE PRODUCIR SIN DESTRUIR

Bolivia enfrenta el desafío de ampliar su frontera agrícola y conservar sus bosques, lo que puede parecer contradictorio si no se entiende en un contexto de reordenamiento territorial. Los lugares de reordenamiento de cultivos así como el área total a la que se podría ampliar la frontera agrícola se basan más en especulaciones que en estudios técnicos.

Oficialmente nuestro país tiene 3,1 millones de has cultivadas frente a una deforestación acumulada hasta el 2012 de 5,4 millones. Por lo tanto, hay más de 2 millones de has deforestadas que no están en áreas efectivamente cultivadas, por ser tierras degradadas o ser pastizales para ganadería.

Tanto cultivos como ganadería han sido establecidos en lugares con facilidades de acceso o debido a otros factores, pero no en base a los Planes de Uso de Suelo (PLUS), lo que ha expandido libremente la frontera agrícola por encima de las normas. Sin un reordenamiento territorial consensuado entre el Estado y los productores lo más probable es que esta expansión continúe tan caóticamente como hasta ahora.
 
En Bolivia el establecimiento de pastizales y el cultivo de soya son los responsables del 85% de la deforestación de las tierras bajas y esto nos obliga a enfocarnos en estos rubros para compatibilizar su expansión con la preservación de los recursos naturales.

Una política regional de reordenamiento podría basarse en 4 estrategias: la reubicación de soya y ganado, la reforestación de pastizales, el incremento de la productividad y la adopción cada vez mayor de estándares de certificación. Esto deberá apoyarse en la actualización permanente de los mapas actuales del uso de la tierra a partir de las líneas de base ya existentes y en la adopción de sistemas satelitales de seguimiento de la vegetación.

La reubicación de cultivos de soya y de ganado deberá basarse en incentivos económicos diversos (apoyo financiero, reducción impositiva, créditos) que motiven al productor a reubicarlos en el marco de un proceso planificado y organizado.

La ganadería deberá reubicarse para dejar su sitio actual a la soya y moverse a regiones apropiadas que son: a) donde no se haya deforestado; b) donde existan limitaciones para la producción de cultivos y c) donde exista abundancia de agua. Estos lugares son las sabanas inundables de los Llanos de Moxos (10 millones de has) y del Pantanal (3 millones de ha), regiones de pradera natural en las que actualmente sólo pastan 3,5 millones de cabezas y en las que podría caber todo el hato nacional de más de 8 millones.

La reforestación se haría en áreas que desocupen los cultivos de soya para que vuelvan a ser bosque sin uso agropecuario y en lugares que fueron deforestados para ganadería en los que se deberán establecer sistemas agroforestales o silvopastoriles, cambiando la mentalidad actual de criar ganado en praderas de monocultivo.

El incremento de la productividad es la única manera de atender la creciente presión del mercado por soya y carne y de impedir que avancen sobre el bosque porque con mejores rendimientos se quedarían definitivamente donde se los relocalice. Esto sólo se logra con tecnología a través de mejoramiento genético, de atención a la fertilidad del suelo y de prácticas agronómicas que hacen que la producción sea permanentemente viable.

La implementación de esquemas de certificación nos permitirá estandarizar la producción responsable de soya y ganado siguiendo iniciativas internacionales de múltiples partes interesadas (productores, organizaciones sociales, empresas e industria) cuyo objetivo es la producción económicamente viable, socialmente equitativa y ambientalmente apropiada, con lo que obtendríamos un sello de certificación que nos de valor agregado en el mercado internacional.

Para reordenar con éxito nuestra agropecuaria necesitamos un cambio total de mentalidad en cuanto a la forma en que la soya y la carne se producen, se procesan, se financian y se consumen. Si insistimos en los agronegocios del desarrollismo tradicional, dañaremos permanentemente los ecosistemas destruyendo el capital natural que sustenta la economía del planeta.

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